jueves

Mi pobre Carmen

La historia de carmen yo me la se de pe a pa, desde que me armó tremendo berrinche porque le quité la bicicleta, hasta ese día en que la encontré en ese tren todavía con las manos llenas de sangre. Estoy agotada, me dijo, y yo la abracé y lloré. Ya sos toda una verraca, le dije, y ella me contestó como reprochándome. Si, verraca, pero amargada.

Crecimos casi juntos en el mismo barrio, con los mismos amigos y las mismas mañas, solo que ella era muy delicada.

Dejá de ser tan princesita le decía, uno nunca consigue nada así. Ella andaba como una porcelanita jugando por el barrio, montábamos bicicleta, jugábamos escondite, avioncito y lleva en el parque, eso a ella no le gustaba, decía que eso de que todo mundo le corriera como si estuviera loca le daba miedo, que tal y nunca se acaba el juego. Siempre fue muy ingenua, a los 15 se consiguió un novio pendejo, que la enredo, la montó en el carro, le leyó poemas, le explicó que había un lugar que se llamaba París y que los que se creían escritores vivían allá, le contó de Nóbel y de jazz, de surrealismo y de ana y Jaime. El tipo era un cañador de primera, yo como siempre, de gueva, al lado de ella diciéndole que ese tipo es puro bla bla bla, picadito ahí de literato, bohemio y rebelde, de tira piedras, pero mentiras ese man que va a hacer algo, ese es un cagao.

Pero ella tan inocente y crédula, eso le comía cuento a todo, y sino, hacía como si si, como si les creyera, de pura decencia, era una gueva. De puro dejarse charlar pasó por todo, probó mariguana, se volvió hippie, posmoderna, se volvió revolucionara, hablaba de compañero y camarada. Después pasó a la honda alterna, rock en las fiestas, reggae en las tardes en el parque, y baladas románticas en la noche, nunca las pudo dejar, ella era una romántica incontenible, creía en el amor, puro y noble, que podía vencer cualquier obstáculo, y a pesar de que 20 manes le hicieron la misma, no deja de pensar en encontrar el tipo ideal.

Es linda mi carmen, alta-media, delgada, huesudita, cabello largo castaño, dientes descuadrados, sonrisa hermosa. Ella sonríe y le alegra la vida a uno, lo deja a uno como anestesiado, como si nada mas importara, como un cacho, pero sin elefantes ni crudas. Piel blanca trigo, ojos marrones, nariz respingada, y buenas piernas, con nalgas incluidas. El pecho si se lo sacó al papá.

Era de esas viejas que caminaban y olía como fresco, se echaba yo no se cuantos perfumes que olían a frutas; a fresa, a limón, a naranja, pasaba y dejaba el olor por toda la calle. Mis amigos la veían pasar y decían oiga esa pelada Carmen si que es linda, y huele, mmm, pasa y deja olorcito a fresco, como a vacaciones, como a bosquecito con playita.

Ella caminaba fresca, sin importarle nada, sin importarle menear lo que tenia, pensando en quien sabe que nuevo ensueño, pensando en un nuevo mundo o un príncipe azul. Siempre atada a este mundo por libritos que llevaba en la maleta, libros de peso que le mostraban lo cruel de la vida, libros que la deprimían como ese del ruso que mató a una vieja apunta de hacha, o el de el francesito que estaba mareado.

Le digo era porque después de lo del tren ella cambio mucho, no porque esté muerta.

1 comentario:

Narrativas II dijo...

La descripción del personaje es muy buena, además tiene mucho humor y muchas dimensiones, pero evidentemente el narrador es claramente el otro personaje, dale cuerpo y nombre ahora a ese personaje que habla de ella.