martes

Colina

-Me llamo James.
-Hola James. Me llamo Fatima Blash.
-Esquías bien.
-Se hacer muchas cosas muy bien.


Y entonces ella lo invita bucear a los arrecifes. Él le dijo que si, pero lo que no sabe es que ella realmente lo quiere matar. ¿Sabe como lo mata Manuel? ¿Sabe que le manda? Ti-bu-ro-nes. Eso es posible, vea, ella le pone un radar que hace un pitico en el tanque ese donde está el aire, entonces el tiburón lo escucha y lo sigue para atacarlo, debe molestarle. Pero él se salva, yo creo que mas por lindo que por nadador.


-¿Lindo? ¿Y que actor es?
-Sean Connery.
-Ese señor está muy viejo.
-Pues en esa época no estaba viejo.
-De todas formas me parece aburrida esa película.
-Es que usted no sabe de cine. A mi Ramiro me ha enseñado mucho.
-Ayyy, vuelve el cuento del tal Ramiro. No te das cuenta que te está metiendo los dedos a la boca.
-Jajaja.
-¿Que? ¿Que?
-Jajajaa. A la boca. Jajaja.
-Que asco Carmen.

Toda la ciudad era un parque grandote, grandotote. Eran arboles por todas partes, gigantes, arboles viejos, cafés, con hojas de otoño que nunca se caían. Eran arboles que cambiaban de color, a falta de estaciones, (porque en mi país solo hay invierno con un poquito de verano, la mitad del año, y la otra mitad a lo inverso) pero los arboles a falta de estaciones para cambiar de color cambiaban durante el día. Vea, uno se levantaba, lo primero que oía eran las hojas que se mecían suave, el agua del rocío que caía mientras ellos se desperezaban. Uno se asomaba por la ventana y veía esas grandes ramas moviéndose lentamente y dejando caer las gotas de agua, eran verdes, muy verdes, se sentía fresco, y se veía verde, como debe ser. Salir a la calle era delicioso, salir en pantaloneta a la tienda de la esquina, caminaba entre los andenes y veía cómo el verde se apoderaba del gris del asfalto, cómo la gente salía alegre de su casa, radiante, también ellos desperezándose, también con rocío en las ramas. Se sentía el aire más fresco del mundo, el aire más liviano, puro y verde del mundo.


A eso de las 3 de la tarde comenzaba el cambio. El sol del mediodía se corría para las montañas y desde allá nos dejaba caer los rayos de esa forma en que solo el verraco sabe. Entonces el viento se animaba y no bajaba ya en brisa tímida, sino que las ráfagas alborotaban las ramas y las hojas que caían, nos alborotaban a todos, nos despeinaban, les alzaban las faldas a las niñas, alborotaban la veleta, azotaban puertas y azotaban cortinas. El sol entonces se volvía muy amarillo, amarillo ocre, amarillo nostalgia, amarillo que volvía las atmosfera de colores tierra, amarillo, café, terracota, los rayos de luz refractados se sumaban y creaban una atmosfera tibia, tierna, alegre. La ciudad se volvía entonces un parque entero donde los niños jugaban, corrían y elevaban cometas. Nosotros caminábamos, íbamos de aquí para allá, al teatrino, a la tertulia, veíamos cuenteros, teatreros, malabares, caminábamos y nos acostábamos en la colina a hablar, de sus cosas, de sus papas, de sus novios, de mi familia, de mi casa, de mis viajes, de ella, de mi, pero eso si, nunca, nunca de nosotros.


-Dime tres lugares que más te gusten de la ciudad.
-El teatrino.
-¿Por qué?
-Por los mimos y los cuenteros, por los ladrillos que lo rodean, por las bancas de cemento, por los edificios, por la luz que entra y se refleja en el cemento.
-Aja.
-El parque viejo. Por viejo y porque es circular, y por las casas viejas que lo rodean y las mariposas que dan vueltas por las casas, por la tardecita, por verse tan amarillo todo.
-Aja.
-Esta colina. Por ser tan inclinada, por los niños que se ruedan en cartones, las ventas ambulantes, y las parejas que se acuestan en el pasto, es romántico.
-uuummmm.
-Ya te he dicho que nosotros no, que nosotros somos los únicos que siempre sobramos aquí, como una mancha de acuarela en un cuadro de Van Gogh, o dos siluetas bien definidas en una obra de Pollock.
-Mas bien como moscas en leche o perros en misa.


La ciudad se recogía mientras lo amarillo cedía, los niños se entraban, las luces se encendían, los arboles se volvían azules y la ciudad, ya sin luz y sin brisa, se teñía de rojo.

Diálogo

-Amárrame y muérdeme, llévate contigo mis heridas… Murmúrame y ládrame, grita hasta que ya no escuche nada. Sólo ve cómo me quedo aquí esperando a que no estés, en la espera de que vuelvas y tal vez vuelvas por mí…

- Dejá de cantar Carmen, no jodas, en la que andamos y vos con esa joda.
- Entonces que quiere que haga. Además es linda.
- Linda, linda, claro linda………..Pendeja.
- Aaay no, no vas a empezar otra vez con ese cuento, que mamera.
- Claro como a la niña no le puede pasar nada, y todo me toca a mí.
- ¿A vos? ¿a vos??? Guevon, te parece poquito lo que me pedís. ¿Te parece que estoy feliz de que un día esté en mi cama escuchando música, y al otro en esta mierda? Pendejo vos, gran guevon.
- …..
- ….
- ….
- Lo siento, me altere.
- Si, ya no sos tan princesita.
- Mmmm. Eso era lo que querías. ¿No?
- Pero no así.
- Ahh!! Que bonito
- Bueno ya, vámonos…
- No. espérate
- ¿Y ahora?
- ¿No te gusta?
- ¿Que cosa?
- ¿Que ves?
- El parque, la iglesia, la loma, la ciudad, muchas cosas.
- El cielo. Mire pa arriba.
- ¿Que hay?
- El cielo, naranja, nubes rojitas, los rayitos esos que llegan hasta acá, no siente una luz pesada, como una neblinita que inunda todo, todo esta naranja, los pelaitos jugando, esa pareja de allá, todos metidos en un paisaje, como si fueran parte de aquí, que nunca se pudieran separan, como si tuvieran que estar donde están, todo en su sitio, menos nosotros.
- Si, está linda la tarde.
- Uunnnnmmmm. Vos por que sos tan , tan , tan…
- ¿Tan qué? ¿Tan realista? Mamita si fuera por usted ya estaríamos muertos los dos. Usted deje de pensar en pendejadas, que por eso es que le hacen lo que le hacen.
- Aaaaay, no vas a empezar otra vez, que yo no me arrepiento de lo que he vivido.
- Si, claro se me olvida, a usted la engañan porque quiere, a usted la meten en líos porque quiere, a usted la dejan vuelta nada por que quiere. ¿Cierto? ¿Cierto que así es Carmen? Míreme, dígame que si.
- No Joda. Déjeme en paz, ya estoy mamada de usted, siempre presionándome, jodiendome, que no entiende que… que ...que…
- Carmen, ya, cálmese, no llore, venga.
- ….
- Lo siento mi niña, no se ponga así cálmese, abráseme, ya todo va a pasar, ya todo va a acabar, cálmese y camine que ese tipo nos debe estar esperando.
- Carlos, prométame algo.
- ¿Que?
- Que usted nunca me va a dejar sola. Júreme que me va a estar esperando, y que me va a abrazar otra vez.
- Se lo juro Carmencita. Míreme.
- …..
- ….
- ….
- MMM, ummmnn. Es la segunda vez que nos besamos esta semana.
- Que no se le vuelva costumbre.
- Murmúrame y ládrame.

jueves

Carmen



Mi pobre Carmen

La historia de carmen yo me la se de pe a pa, desde que me armó tremendo berrinche porque le quité la bicicleta, hasta ese día en que la encontré en ese tren todavía con las manos llenas de sangre. Estoy agotada, me dijo, y yo la abracé y lloré. Ya sos toda una verraca, le dije, y ella me contestó como reprochándome. Si, verraca, pero amargada.

Crecimos casi juntos en el mismo barrio, con los mismos amigos y las mismas mañas, solo que ella era muy delicada.

Dejá de ser tan princesita le decía, uno nunca consigue nada así. Ella andaba como una porcelanita jugando por el barrio, montábamos bicicleta, jugábamos escondite, avioncito y lleva en el parque, eso a ella no le gustaba, decía que eso de que todo mundo le corriera como si estuviera loca le daba miedo, que tal y nunca se acaba el juego. Siempre fue muy ingenua, a los 15 se consiguió un novio pendejo, que la enredo, la montó en el carro, le leyó poemas, le explicó que había un lugar que se llamaba París y que los que se creían escritores vivían allá, le contó de Nóbel y de jazz, de surrealismo y de ana y Jaime. El tipo era un cañador de primera, yo como siempre, de gueva, al lado de ella diciéndole que ese tipo es puro bla bla bla, picadito ahí de literato, bohemio y rebelde, de tira piedras, pero mentiras ese man que va a hacer algo, ese es un cagao.

Pero ella tan inocente y crédula, eso le comía cuento a todo, y sino, hacía como si si, como si les creyera, de pura decencia, era una gueva. De puro dejarse charlar pasó por todo, probó mariguana, se volvió hippie, posmoderna, se volvió revolucionara, hablaba de compañero y camarada. Después pasó a la honda alterna, rock en las fiestas, reggae en las tardes en el parque, y baladas románticas en la noche, nunca las pudo dejar, ella era una romántica incontenible, creía en el amor, puro y noble, que podía vencer cualquier obstáculo, y a pesar de que 20 manes le hicieron la misma, no deja de pensar en encontrar el tipo ideal.

Es linda mi carmen, alta-media, delgada, huesudita, cabello largo castaño, dientes descuadrados, sonrisa hermosa. Ella sonríe y le alegra la vida a uno, lo deja a uno como anestesiado, como si nada mas importara, como un cacho, pero sin elefantes ni crudas. Piel blanca trigo, ojos marrones, nariz respingada, y buenas piernas, con nalgas incluidas. El pecho si se lo sacó al papá.

Era de esas viejas que caminaban y olía como fresco, se echaba yo no se cuantos perfumes que olían a frutas; a fresa, a limón, a naranja, pasaba y dejaba el olor por toda la calle. Mis amigos la veían pasar y decían oiga esa pelada Carmen si que es linda, y huele, mmm, pasa y deja olorcito a fresco, como a vacaciones, como a bosquecito con playita.

Ella caminaba fresca, sin importarle nada, sin importarle menear lo que tenia, pensando en quien sabe que nuevo ensueño, pensando en un nuevo mundo o un príncipe azul. Siempre atada a este mundo por libritos que llevaba en la maleta, libros de peso que le mostraban lo cruel de la vida, libros que la deprimían como ese del ruso que mató a una vieja apunta de hacha, o el de el francesito que estaba mareado.

Le digo era porque después de lo del tren ella cambio mucho, no porque esté muerta.